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La rutina del dirigente

 11 enero, 2016
Escrito por Antonio Núñez

Acabamos de comenzar un Nuevo Año y si hay algo que forma parte del quehacer de los directivos de todo el mundo es el control y ajuste, más o menos disciplinado, de su agenda profesional. La repetición de acciones conforma el ADN de las organizaciones cada día. El resultado de esta rutina es una sensación de abulia laboral, de perpetua repetición del «día de la marmota», como si Bill Murray protagonizara las reuniones cada mañana, con esa cara triste, hierática y sin color, como un meteorólogo que viene a darnos el parte que casi conocemos de memoria. Todo es repetición de la jugada, nada escapa al principio newtoniano caos dentro del orden. Dicha rutina, sin embargo, tiene los días contados en cuanto toma las riendas de la situación la convicción en nuestras capacidades personales y la actitud sufre una modificación evidente. Peter Druker, Dale Carnegie o Stephen Covey, grandes maestros del management y la dirección estratégica en organizaciones ya hablaban sobre esto cuando la globalización a escala planetaria era aún incipiente.

No olvidemos que la rutina no es otra cosa que una elección cómoda frente al riesgo de lo desconocido. Es el hábito de renuncia del pensamiento, ese que no obliga ni exige, pero que aburre por repetición de estándares de acción y comportamiento. Ninguna empresa ha sobrevivido a las crisis y ha crecido en su estructura a base de réplicas rutinarias de funcionamiento.

Como observador de la realidad empresarial y tras haber experimentado casos de rutina perniciosa para el correcto día a día de la organización, me permito recomendar algunos consejos para evitar que la rutina pueda con nosotros.

  1. Cuando hable con compañeros, jefes, clientes, subordinados, proveedores, hágalo de forma distendida, cordial, amable y empática, sin necesidad de que la otra parte perciba que le está dando una orden, vendiendo algo o sugiriendo alguna estrategia contra alguien. Hable de su negocio con apasionamiento controlado, con énfasis. Escuche sus sugerencias, pídales opinión, comparta dudas, abra su mente… y así empezará la edificación de un proyecto colectivo que reportará a su empresa indudables beneficios sociales, económicos y de satisfacción personal.
  2. Promueva, hable y fomente con su equipo reuniones periódicas de brainstorming, donde todos los miembros expongan y compartan sus ideas, las hagan crecer, las cotejen con las de los demás, hasta crear un clima de creatividad y cooperación sobresalientes. De esta forma, se irá instalando paulatinamente un sistema continuo de quid pro quo innovador. ¿Beneficiada? La empresa, por supuesto.
  3. Dedique unas horas de su tiempo a la semana a pensar, reflexionar y mejorar la calidad y cantidad de sus compromisos personales. Este hábito, quizá de los pocos de los que se obtiene rédito continuado, exige disciplina y método pero es muy rentable. Permite acelerar la creatividad mental, mantener en forma las neuronas y ejercitar la crítica activa en la soledad de su pensamiento. Busque un lugar cómodo, distendido, fresco, con las menos molestias posibles. Ayúdese a encontrar el mejor sistema sobre el que poner las bases, que luego edificarán su futuro.
  4. Equilibre su agenda a medida que equilibre sus ideas. El agotamiento físico viene provocado muchas veces por el hastío mental consecuencia de rutinas asumidas. El piloto automático con el que muchos directivos funcionan día a día es peligroso si se recurre a él más de la cuenta. No olvidemos que, en el fondo, todo avión necesita de la experiencia, buenas maneras y habilidad de sus comandantes en los mandos para que la nave despegue y aterrice en buenas condiciones. Solo así se alcanzarán los objetivos previstos. El descanso es necesario, la selección de temas que ocupan la agenda, también, la prioridad de realizarlos más aún. En suma, lo que mejor puede definir a una exitosa organización es, precisamente, la organización.
  5. Lea, viaje, estudie, fórmese, no deje de crecer si quiere desempeñar correctamente sus funciones en la empresa. Un directivo estancado es un directivo marchito, con fecha de caducidad grabada en el frontispicio de su despacho.
  6. Impulse nuevas acciones interna en la empresa. Reúna a su equipo y sométale a roles diferentes de los acostumbrados. En la era del talentismo en la que vivimos, como afirma Juan Carlos Cubeiro, es conveniente comprobar las aptitudes de nuestros subordinados y compañeros poniendo a prueba qué saben hacer y hasta dónde pueden llegar. Así descubriremos habilidades desconocidas y descartaremos funciones para las que no estén preparados o potenciar el ámbito más adecuado para dicho talento.
  7. Dentro de los objetivos que es preciso fijarse, deben encontrarse el periodo vacacional indispensable para todo buen rendimiento ulterior. La desconexión visual, sentimental y emocional de todo aquello que forma parte de nuestro quehacer diario conviene, no solo por salud mental, sino por estrategia organizacional.
  8. Por último, aproveche sus ratos de ocio y tiempo libre para ejercitar sus habilidades más desconocidas, esos trabajos manuales que siempre ha querido desarrollar y nunca ha encontrado tiempo para ello. Potencie su capacidad, ponga a prueba sus límites con retos y desafíos que escapan a sus zonas de confort laboral cotidianos. Ocho recomendaciones, ocho sugerencias encaminadas a eliminar la rutina que elimina, mata y adormece nuestra creatividad e ingenio. Actividades que en un momento u otro de mi trayectoria trabajando con directivos, he aplicado o recomendado con notable resultado para ellos y la firma que capitaneaban o representaban. La incorporación de hábitos que tenían abandonados o ni siquiera contemplados reforzaron la confianza en sí mismos, aumentaron su productividad en la empresa, mejoraron las relaciones con sus empleados, clientes y proveedores y hallaron una vía para no hacer del trabajo su única forma de vida. Las metas altas se alcanzan cuando entendemos y disfrutamos de las cosas más mundanas. Porque para que algunos levanten catedrales, es preciso que otros, primero, piquen las piedras.